Caminó despacio por el umbral de su soledad,
rehuyendo traspasar la puerta, buscando una mirada, una sonrisa o un gesto que la alejara de allí...
Pero así mismo,
también quería entrar.
¿Qué pasaría?
¿Cuántos las ayudarían?
¿Cómo sería ese lugar?
¿Volvería algún día?
Iba a hacerlo al fin,
iba a cruzar,
a tirarse a aquel abismo sin saber si alguien la esperaría abajo,
iba a sumergirse en ese mar negro de aguas muertas.
De repente,
varios ojos se volvieron hacia ella en la oscuridad.
Reluciendo como estrellas, alumbraban su camino y despejaba un poco más las tinieblas de un futuro incierto.
La mayoría, ojos oscuros, la miraban con alegría y ganas de vivir, con cariño, de ese que se puede respirar. Un par de ojos oscuros relucian ahora algo más que los otros, estaban llenos de sabiduría y más preocupados por los demás que por si mismos.
Tambíén algunos ojos claros, unos brillaban con locuras planeadas por hacer y esbozando sonrisas absudas y otros... no tenía palabras para describirlos.
Todos esos ojos le tendieron la mano,
la sacaron de aquel pozo una vez más.
Sonrio con la certeza de que si volvía a pasar, ellos estarían allí de nuevo.
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