-Él no es humano- respondió
+¿Y por qué iba a serlo? ¿Esperas que los ángeles sean humanos?

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viernes, 13 de mayo de 2016

Rojo.


Aún no se conocían. Él, alto, converse, palestina y vaqueros rasgados. Lo que algunos denominarían “un perroflauta”.
Y ella, pequeña, nariz diminuta y unos pantalones demasiado grandes para ella. Tampoco era la imagen de “la decencia”.

...buenas son rosas.
Había muchas, muchas caras, pero ninguna que mereciese la pena. Estaban perdidas en aquella masa ingente que se movía sin parar. De repente, rojo. Quizá fuese un fetiche que precisamente eso fuese lo que más le llamó la atención de él porque, en realidad, todo en él destacaba.

Pasaba la noche, entre el alcohol, el humo y las risas. La música no paraba, casi parecía que sus vidas tenían banda sonora.
Bailó lo que pareció una eternidad, y de repente se encontraron uno en los brazos de otro. Ninguno buscaba algo serio, ni mucho menos. Apenas se conocían, pero se gustaban y eso bastó.

¿Qué cuál fue el resultado? Pasarlo bien. Era una fiesta, había que estar contento (y bien es verdad, que el alcohol ayuda a que todos seamos algo más simpáticos con los desconocidos).


Podría no recordar todo de aquella noche pero, una cosa es segura, no olvidaría el rojo de su pelo. Como el fuego, vivo, brillante.  

La educación está mal.

Mandamos a los niños mensajes contradictorios acerca de cómo hay que comportarse. Les enseñamos a no pelearse unos con otros, a ser pacíficos, pero también les enseñamos a no pelearse unos con otros, a ser pacíficos. Pero también les enseñamos la crueldad, pero no de forma directa claro.
Les enseñamos a matar, sí, a matar. A que toleren la crueldad hacia los más indefensos.

Y así, creamos adultos hipócritas, que no saben amar.